Impacto sobre el Medio Ambiente

El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico inmediato, por lo que el cuidado y respeto del aire, agua, medio ambiente y por ende el ser humano, pasa a un segundo plano de prioridades. Cada producto que se vuelve obsoleto, supone contaminación. Es un evidente problema del actual sistema de producción y económico: no se ajusta en absoluto a la armonía y equilibrio de la naturaleza en la que vivimos.
El procedimiento suele ser el siguiente: Uno de los aparatos electrónicos de uso habitual falla y cuando el dueño lo lleva a reparar, en el servicio técnico le dicen que le sale más rentable comprarse uno nuevo que arreglarlo. Usualmente, el precio de la mano de obra, las piezas estropeadas y el montaje suele costar un poco menos que adquirir uno nuevo, por ello normalmente el usuario suele desechar el producto averiado y comprarse uno nuevo. El problema se basa en la gran cantidad de residuos que se originan actualmente al realizarse este fenómeno una y otra vez, cada día, en todo el mundo.
Somos casi 6.500 millones de habitantes en este planeta, y el número sigue creciendo, ya que hay un aumento poblacional de 210.000 personas por día. Lo difícil es que producimos 1 kg de basura diaria, por lo que se general alrededor del mundo 6.500.000 toneladas de desechos en tan sólo un día. De éstos un amplio número de residuos no son biodegradables y el tiempo que transcurre hasta que podemos hablar de una descomposición al menos parcial puede ser muy prolongado, además de que muchas veces los residuos son altamente contaminantes; lo que infiere tanto en la permanencia de la madre naturaleza como en la salud de sus habitantes.
Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) contienen materiales que pueden ser recuperados, evitando la explotación de nuevos recursos naturales, y otras que pueden ser contaminantes, de manera que, si no son tratadas adecuadamente, pueden resultar dañinas para el medio ambiente. Los elementos electrónicos de los que estamos hablando contienen materiales tan contaminantes como el plástico, polipropileno, baterías de plomo, etc. El plástico son las más rebeldes a la hora de transformarse de 100 a 1.000 años. Al aire libre pierde su tonicidad, se fragmenta y se dispersa. Enterrado, duran más. La mayoría está hecho de tereftalato de polietileno (PETE), un material duro de roer: los microorganismos no tienen mecanismos para atacarlos. El polipropileno tarda 1.000 años en descomponerse, contamina menos que el poliestireno pero también tarda. El plástico queda reducido a moléculas sintéticas; invisibles pero siempre presentes.
Una de las partes más preocupantes son las baterías de plomo, un invento que remonta a 1889, que representa un grave peligro para el ser humano y para el medio ambiente debido a su elevado contenido en plomo. Respirar el polvo o las emanaciones de vapor del plomo puede provocar graves perturbaciones para la salud, incluida la muerte, además de perjudicar el medio ambiente, advierte el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Según los cálculos del PNUMA, de los 2,5 millones de toneladas de plomo que se producen anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven para la fabricación de baterías que se utilizan en los automóviles, los teléfonos y computadoras portátiles o en las industrias.
Comprar, tirar, comprar, tirar. La obsolescencia programada y la publicidad que nos invita a consumir productos que en realidad no necesitamos son la base sobre la que es apoya la economía mundial actual. Pero lo que pasa es que este sistema no es sustentable en el tiempo porque la tierra tiene recursos finitos. La otra cara de este lucro económico inmediato de las empresas son las consecuencias medio ambientales que esto genera. Pensemos en la cantidad de celulares, televisores, electrodomésticos, computadoras, etc... que son reemplazados cada año. Este sistema de producción contamina aire, suelos, agua y todo eso nos termina afectando a nosotros.
De ahí surge la preocupación por los RAEE, residuos de aparatos electrónicos y eléctricos. Greenpeace Argentina está hace unos años luchando por la correcta gestión de la basura electrónica. Tiene una campaña dedicada a eso y un proyecto de ley. La idea es que las empresas reciclen, reutilicen y recuperen materiales bajo el principio de la Responsabilidad Extendida del Productor. Esto significa que el fabricante es el responsable legal y financiero de estos productos durante el ciclo de vida completo, desde que se fabrica hasta que se vuelve obsoleto.